Al teatro cubano se le murió un hijo, un maestro. Abelardo Estorino
nos abandonó -al menos en este mundo-. Nos abandonó uno de los buenos,
uno de los grandes, uno de los mejores dramaturgos de Cuba. Nos dijo
adiós sin despedidas. Aunque sería mejor verlo desde otra perspectiva,
Estorino, solo se mudó de escenario.
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