“El escritor es un trabajador de la sombra”. Con estas palabras me recibe Norge Céspedes Díaz, quien afirma que el periodismo le robaba mucho tiempo a su creación literaria.
En la sede de la Asociación Hermanos Saíz
de Matanzas conversamos largo rato sobre el periodismo y la literatura,
partiendo de su experiencia personal, pues él ha desarrollado esas dos
carreras a la vez.
La
polémica no esperó, al recordarle que Hemingway y García Márquez fueron
apasionados periodistas y que siempre defendieron ese oficio.
Este joven, graduado como Licenciado en Comunicación Social en la Universidad de La Habana, ha publicado cuatro libros: Juan Candela y otras narraciones de Zapata; Historia clínica de un héroe (ensayo, 2007); Lino Novás Calvo, periodista encontrado (ensayo, 2004) y Oficio de cicerone (cuentos, 2005), todos presentados en la Feria Internacional del Libro de La Habana.
En
el 2004 obtuvo el Premio Nacional de Cuentos Celestino, al tiempo que
otros de sus textos de narrativa y de crítica han visto la luz en
publicaciones periódicas. Su obra cuentística ha sido antologada en Quemar las naves, Jóvenes cuentistas cubanos (Brasil, 2002) y La hora cero (Matanzas, 2005).
Sus
trabajos periodísticos han obtenido relevantes premios nacionales como
en los concursos Primero de Mayo y el 26 de Julio, ambos recibidos en
2005. Actualmente trabaja como editor en Ediciones Matanzas.
Ha desarrollado dos carreras paralelas: el periodismo y la literatura.
-¿Cómo surgió su interés por ambas?
Todo
parte de la lectura. Mi mamá era maestra y ella desde temprano dirigió
mi atención hacia los libros. Me fascinaban, en la más temprana
infancia, La Edad de Oro, de Martí, El Cochero Azul,
de Dora Alonso, y otros muchos que provenían de la cultura de los
países socialistas europeos, donde había nieve y llamativas criaturas
del bosque. Ahora bien, debo reconocer que no fue entonces cuando atisbé
con claridad la magia que podía lograrse mediante la escritura. Yo, la
verdad, leía y no pensaba en nada más. Simplemente disfrutaba aquellas
historias como un animalito feliz, sin ninguna preocupación, sin
importarme de dónde salieran, ni quién las había escrito.
En
la secundaria empecé a leerme de punta a cabo las muchísimas
publicaciones periodísticas que entonces, por suerte, se vendían en los
estanquillos y podían tener interés para los niños jóvenes: Bijirita, Pionero, Somos Jóvenes, Juventud Técnica, Misha y otras revistas socialistas europeas o asiáticas que, por lo general, tenían secciones para los más pequeños.
En
esa etapa me percaté que había gente que escribía todo eso y, de
inmediato, me dije que quería hacer lo mismo. Quería ser periodista. No
me prestaron atención en ninguna parte. Acaso pensaban que se trataba de
otro capricho pasajero más, que se me olvidaría como mismo se me había
olvidado antes cuando quise ser chofer de guaguas, boxeador, karateca,
cosmonauta, cantante, guitarrista...
Desde
entonces se me metió en la cabeza eso de ser periodista y no me detuve
hasta lograrlo. Matriculé esa carrera en 1992 en la Universidad de
Oriente, la que terminé en 1998 en la Universidad de La Habana, hacia donde me trasladé en el último año.
En
la secundaria también puedo situar lo que tal vez sean mis comienzos
literarios: unos poemas que hice para un concurso dedicado a la
naturaleza. Luego escribí otros, montones escribí. Pero no eran cosas
serias. Todos, como era de esperar, resultaban horrorosos.
-¿Y cuándo fue que hizo “cosas serias” en literatura?
Eso
fue un proceso largo. Durante muchos años continué escribiendo a
borbotones esos ¿poemas? horrorosos y también empecé a hacer intentos de
cuentos. Tras matricular periodismo, lo que yo escribía se volvió un
poco más decente (por suerte para los dos, para la poesía y para mí,
dejé los versos, y me concentré en la narrativa), y llegué a ganar un
concurso municipal de cuentos organizado en Manzanillo. A partir de
entonces, creo, sentí en verdad que empezaba a internarme en ese largo y
difícil camino que es la búsqueda de la literatura.
-¿Y en el periodismo, cómo le fue en sus inicios?
Me
trasladé para la Universidad de La Habana porque entonces me había
mudado para Matanzas. De modo que fue aquí, en Matanzas, donde me inicié
en la prensa. Estuve dos años en la emisora provincial Radio 26. Ahí
aprendí lo importante que es la síntesis en la escritura y a redactar
con cierta rapidez. Pero la radio a mí nunca me gustó. La palabra en la
radio es un ingrediente más, junto a un trabajo que lleva música,
efectos, silencios y voces.
-¿Qué diferencias establece entre el periodismo y la literatura?
En
la literatura está el arte de la escritura. El periodismo lo veo más
bien como una cuestión informativa, pero donde yo profundizo más es en
la literatura.
En
el periodismo hay trabajos que salen por inspiración, otros te lo
mandan a escribir, pero en el caso de la literatura generalmente antes
de sentarme ya he meditado la idea.
El
periodista en la redacción escribe muchas veces por encargo, se crea un
hábito para la escritura, que no es tan misterioso ni tan mítico como
ocurre en la literatura.
-¿Siendo un joven del campo, nacido en San Antonio, Manzanillo, cómo lograste romper la barrera del mundo editorial?
Comencé publicando en algunas revistas como La Gaceta de Cuba y Matanzas, y en otras publicaciones como Caimán Barbudo.
En
ese período inicial, digamos de 1998 al 2001, estuve en el Taller
Literario Onelio Jorge Cardoso y ahí me dieron algunas nociones de la
técnica de la escritura, que fue fundamental para laborar como escritor.
Luego Ediciones ALDABÓN,
la editorial que pertenece a la Asociación de Hermanos Saíz (AHS), en
Matanzas, me permitió colocar mis producciones literarias.
-¿Ha sido suerte o su creación se ha impuesto?
Pienso que si he tenido suerte, por lo menos he trabajado, aunque he tenido dificultades como muchas personas.
El
sistema digital Riso empieza a dar servicio en las provincias desde el
2000 y eso fue un alivio enorme para la cultura cubana, específicamente
para la literatura; antes de eso, en pleno Período Especial, hubo una
gran depresión en las publicaciones y los escritores no podían
prácticamente publicar, sobre todo, los jóvenes narradores eran los más
perjudicados.
Con
la tecnología de las nuevas imprentas tenemos un espacio mayor para
sacar a la luz nuestras producciones. La Riso fue básico para que una
generación de jóvenes pudieran publicar.”
-¿Qué relación existe entre un escritor que vive en el campo y otro de la ciudad?
Existen
diferencias porque son formaciones distintas. El escritor que vive en
la ciudad tiene una perspectiva de la vida distinta del que vive en el
campo, eso siempre influye. La literatura es subjetiva, uno siempre
aprecia lo que está a su alrededor.
El
escritor del campo ve la vida desde una posición más reflexiva, quizás
más pausada, mientras que el que vive en la ciudad es más rápido, más
directo.”
-¿En su obra refleja el ambiente de su vida en Manzanillo?
Allí
en el barrio rural donde yo nací transcurrió mi infancia y mi
adolescencia, eso está integrado a mí de una manera u otra, y lo
desgrano, no desde un punto de vista costumbrista, sino más bien
espiritual; es decir, todo ese espíritu de allá lo tomo e incluso en
anécdotas de mis cuentos reflejo cosas que me sucedieron en mi casa.
Mi
escritura tiene un toque intimista que va hacia lo interno de los
personajes y ellos reflejan el ambiente, las personas que conocí y todo
ese espíritu que yo sentí en mi barrio.
-¿En Oficio de cicerone se identificas con algún personaje?
No
específicamente con un personaje, sino con determinados aspectos que
influyeron en mi vida. Me identifico con hechos que he presenciado en
diversos sitios partiendo de mi experiencia personal. En la literatura
no hay manera de deslindar hasta dónde llega mi experiencia personal y
hasta dónde está la imaginación.
-¿Cuáles son sus escritores modelos?
En
verdad no veo ni en el periodismo, ni en la literatura, escritores
modelos. Para mí cada escritor, como en la propia vida, tiene sus
peculiaridades. No puedo quedarme con un autor o con el otro, me parece
que cada uno da un gran aporte a la literatura.
Los
escritores logran apresar conceptos de su generación y desde esa
perspectiva no hacen más que transmitírnosla. La gran literatura siempre
es buena, puede ser que en algún momento, esté más cercana a mi
espíritu en ese sentido.”
-¿Qué métodos emplea a la hora de escribir?
Hay
escritores que santifican el arte de escribir. El periodista es más
profesional, más natural. Yo escribo en computadora, no me gustan los
manuscritos ni la máquina de escribir. Aprovecho la mañana para crear.
Antes de escribir un cuento necesito la idea del principio y el final,
eso es fundamental.
-¿Considera su obra universal?
Estoy
comenzando. La literatura es un camino largo y difícil, en el cual hay
que imponerse, porque uno puede escribir y simplemente quedarse en el
polvo de la nada. Al final uno no puede estar seguro de nada, porque los
grandes escritores nunca lo han estado, siempre han sentido que su obra
es perfectible, que se puede hacer más. En cuanto a lo universal de mi
obra, me parece que al hombre no le interesa otra cosa que el hombre
mismo.
-¿Escribe para un público específico?
Escribo
para el hombre, como una manera de buscarme a mi mismo como ser humano y
de explicar mi vida, y al hacerlo estoy contribuyendo a que otros
puedan ver la vida. No pienso en generaciones ni segmentos, pienso que
es una narrativa para adultos, no para jóvenes.
-¿Cómo define a la literatura?
La
literatura no hace más que trasladar la personalidad o la reflexión de
ese ser humano, que es el escritor, a las páginas en la medida que se
secundan. La literatura es como la vida y refleja los sentimientos
indescriptibles que tiene el hombre en su interior.
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