El
sorprendente e inusitado contraste de los colores del campo junto a los
tradicionales guajiros cubanos, con sus sombreros de yarey y guatacas,
como figuraciones omniscientes en su arte plástico o la profundidad de
su caricatura política o costumbrista, lo develan,
inequívocamente, a la primera ojeada, sin necesidad de decir: MANUEL.
“Pintar
es mi vida”, confiesa Manuel Hernández Valdés, quien parece que nació
con un pincel pegado a una mano y un plumón en la otra. A este grande
caricaturista cubano, único fundador que queda vivo en el país del DDT,
me acerqué con la intención de no pasar por alto sus 70 años, recién
cumplidos este 2 de enero.
Su
casa, estrecha y extensamente larga, es una verdadera galería de arte.
En sus paredes, con distinción, se muestran los diplomas más encumbrados
de su vida, un cuadro con versos de la poetisa Carilda Oliver dedicados
a su figura, incontables platos, vasijas de cerámica, dos viejas
pinturas en óleo de su creación y una litografía autografiada por el
pintor Osvaldo Guayasamín.
Los muebles en su mayoría son antiguos y en ellos advierto que Manuel le dedica
buen tiempo a la lectura, pues en varios sitios veo colocados algunos
libros con sus marcadores, como si simultáneamente avanzara un poco en
cada uno, por su avidez por el conocimiento y sufriendo porque el tiempo
no le alcanza para devorarlos como él quisiera. Manuel no es el Manuel
que me imaginaba.
En
su plática introducía constantemente referencias a novelas o libros
históricos que había leído en diversos momentos de su vida, recordando
autores, personajes y argumentos. No deja lugar a dudas, Manuel atesora
una amplísima cultura, lo mismo habla de sucesos históricos, de la
política internacional o de los acontecimientos nacionales, de
pesquerías o competencias de dominó, que de los clásicos de la
literatura o de la plástica. Y por supuesto siempre hacía el comentario
certero y el chiste preciso en el momento adecuado.
Sentados
en la sala, él acomodado en su sillón de balancín y descansando las
piernas sobre un banquito pequeño, nació nuestra conversación y estas
líneas.
-¿Cómo valora el humor gráfico que se hace en Cuba actualmente?
Hoy
se hace muy poco humor gráfico, una caricatura o dos caricaturas. El
humor tiene que ser una publicación para poder compararlo, pero así
aislado, no me parece que la gente pueda realizarse, tener una línea, un
estilo. Yo que trabajaba en una publicación de 300 mil ejemplares
semanales, imagínate… El humor gráfico necesita más espacio.
-¿Cuáles son las epopeyas que más lo han marcado?
La Revolución. Marcó la vida de todos los cubanos, nos hizo personas.
-¿A qué le atribuyes que a los extranjeros de otra cultura le llamé tanto la atención sus cuadros?
Es
una cosa insólita porque lo mismo es un japonés, que un finlandés, que
un latinoamericano. Es un misterio. Pienso como me dijo un brasileño una
vez que me compró un cuadro, que lo más importante de mi pintura es la
Revolución, porque en ella reflejo a los campesinos felices, llenos de
armonía, amantes de la naturaleza y los campesinos de otras latitudes
no son así, son humillados. Yo siempre he dibujado al hombre enamorado,
no los puedo hacer de otra forma.
-¿Te has sentido más feliz como caricaturista que como pintor o en la cerámica?
Todo
tiene su magia. La cerámica tiene su magia, es la tierra, el fuego y
cuando sale algo del horno es imperecedero. El plato aquel (se refiere a
uno que tiene en el patio) está ahí toda una vida, no sufre
transformaciones, el lienzo es una cosa que no se sabe si se puede
contener y la caricatura es el diario, el hábito de hacer chistes es un
poco difícil y estresante porque hay que crear constantemente. La
pintura no, la pintura es un paseo por las experiencias de la vida.
-¿Le preocupa que su obra se esté convirtiendo más en comercial que artística?
Yo
trato de que no. La cerámica es como un juego, la cerámica tú no puedes
aspirar a que sea una obra de arte una cerámica, si lo puedes hacer
mejor o más malo, pero no es muy trascendente, quizás en conjunto sea
trascendente. Pero en la pintura yo trato un poco de separarme de lo que
hay en las galerías, y de no ser uno más del montón.
-Para el periódico Girón ha sido un rescate de la caricatura
Es
como una continuación para tener contacto con el trabajo de tantos años
y te dan la posibilidad de hacer un dibujo y yo me lo exijo bastante,
no lo hago como quiera, yo pienso que uno debe respetar a la gente y a
los lectores, si uno tiene un espacio, tiene que ser respetuoso de ese
espacio, no puede publicar una bobería
-Pero tiene actualidad, prácticamente la estás trabajando en caliente como en tú época.
A mi me gusta ser protagonista, yo pienso que uno debe ser protagonista de la sociedad.
-Ha sido buena la experiencia de trabajar en el sector periodístico
Si
ha sido buena, claro, me alfabeticé con el periódico. Me siento muy
agradecido de la confianza que me dieron para poder expresarme y no hice
las cosas por quedar bien, ni porque me pagaran un sueldo.
Como
un ser humano normal, no aspiro nunca a ser más que los demás. No me
creo cosas como dicen la gente, nunca me las he creído.
-¿Qué cambiaría o haría diferente si volviera a nacer?
Nada,
sería el mismo de ahora, pero con más experiencia. Me sería difícil
adoptar otra personalidad, siempre me gustaría tener los mismos
sentimientos que tuve, no ser otra persona.
-¿A sus 70 años cómo se ve Manuel?
Uno es como un libro con todo lo que ha vivido y el libro tiene que ser lo mejor, como en el arte.
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