Máscaras

Todos los hombres llevan máscaras. Máscaras invisibles que se esconden irremediablemente tras un rostro. Máscaras construidas desde dentro para guardar apariencias y que los otros vean lo que queremos que se vea. Máscaras matizadas con hipocresía para semejar a un yo inexistente.

Todo es tan figurativo, tan falso que te pierdes en los interminables tipos de máscaras. Existen máscaras sonrientes cuando las entrañas se encuentran en guerra; máscaras pintadas de dolor para dar el pésame sin sentir o mientras en el interior sopla un vendaval, decir estoy bien. Máscaras hay para cada hombre y circunstancia.

No se tratan de las máscaras de las comedias o tragedias griegas, tampoco las de la serie de cómics de V de Vendetta o la que usaba Jim Carrey en su célebre personaje de superhéroe, conocido como The Mask.

Más bien son máscaras reciclables para la ocasión. La máscara empleada por el miedo a quedar mal o al ridículo es una de las más buscadas. Esta máscara es empleada para encubrir defectos y alcanzar por todos los medios el agrado de los demás. Sin dudas, funciona al inicio, aunque solo es cuestión de tiempo que vaya cayendo. Al final todas las máscaras elegibles desaparecen.

Todos en alguna ocasión la hemos usado, pero no se recomienda. Su función es ocultar una parte de los rostros, una parte de nosotros. Pero ¿qué máscara nos ponemos cuando nos acecha la soledad, cuando somos nosotros mismos y nadie nos observa?

Mejor vivir sin máscaras, sin pretensiones. Dejemos las máscaras para el teatro, la opera o las fiestas de disfraces. El punto de partida es aceptarnos tal cual somos.

1 comentario:

  1. Benditas tu palabras... ausentes de máscaras!!! Un fuerte abrazo desde mi orilla. Que tengas un lindo día lleno de cosas buenas todas.

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