Historia de un teatro vivo

Construir un nuevo teatro se convirtió en el sueño de todos los matanceros del siglo XIX. Matanzas poseía un viejo teatro: el Principal, pero su público insaciable necesitaba  otro que se pareciera al paradigma de la época: el Gran Teatro de Tacón.
Esta ciudad entraba en su máximo esplendor durante estos años. Acababa  de ser nombrada “La Atenas de Cuba” por el prestigioso nivel cultural en que se encontraba, su población se había duplicado y el desarrollo azucarero era notable.
La construcción de la nueva edificación cultural fue un “asunto de honor” para la sacarocracia yumurina que requería de una sala teatral “digna de su linaje”.
En este período hay que resaltar que existen influencias, ya no solo de España, sino de otros países europeos como Italia y Francia que se van a manifestar también en la arquitectura de la Isla. El teatro Tacón formó parte de estas experiencias constructivas y no es de extrañar entonces que la idea del coliseo matancero fuera igual al del modelo habanero por excelencia.
“Si bien en las primeras décadas se manifestó con alguna fuerza la influencia francesa en nuestra arquitectura teatral, lo que emparienta a la mayoría de los coliseos decimonónicos en la Isla, es la tipología italiana, caracterizada por una sala en forma de herradura y varios niveles de localidades estrictamente jerarquizados. Asumirla impuso patrones constructivos que se repetirán de un proyecto teatral a otro, pero fue el Tacón quien aportó la primera nota de singularidad al magnificar el estilo italiano en nuestro entorno”, destacó el actual historiador Daneris Fernández, en su libro Historia del Teatro Sauto (1863-1899).
Para realizar el añorado edificio se realizaron juntas preparatorias bajo la presencia del gobernador Esteban. En ella se acordó crear una Sociedad Anónima por acciones de 100 pesos, hasta reunir el capital suficiente para el logro de la construcción. Para ello se nombraron comisiones para supervisar y auxiliar la obra. El abogado Santiago de La Huerta y el comerciante Agustín Kobbe fueron los que más sobresalieron en la encomienda.
El lugar seleccionado para hacerlo fue la Plaza de la Vigía o de Colón. Su arquitecto y director fue el ingeniero italiano Dall´Aglio. El nombre escogido fue Esteban en honor al Gobernador Don Pedro Esteban y Arranz, quien en aquel entonces promovió con entusiasmo el levantamiento del  teatro. Años después en 1899 se le cambia el nombre por el de Sauto en conmemoración de Ambrosio de la Concepción Sauto y Noda, gran promotor cultural y defensor de este teatro.
Luego de alcanzado el presupuesto inicial se comenzó a medir el terreno “dándole una extensión al edificio de 72 varas y se pusieron 4 estacas en los 4 ángulos con una banderola de colores nacionales, y un letrero en el centro que decía: Teatro Esteban”, reseñó Israel Moliner en su libro Sauto. Historia de un teatro. Para poder construir este teatro se tuvieron que hacer varios bazares que junto a la Sociedad hicieron posible reunir la cantidad suficiente para concluir la obra que duró tres años desde la puesta de la primera piedra.
Del esplendor del nuevo teatro
En su artículo La arquitectura cubana del siglo XIX el escritor Joaquín Weis  comenta que “a principios del siglo XIX se implanta en Cuba un nuevo estilo de modo integral, con plena conciencia de su novedad, el cual venía a plasmar el ideal de renovación y modernidad que agitaba a los hombres de la época.”
A este nuevo estilo que sustituyó al barroco se le conoce como neoclasicismo y en él: “la línea curva se hace recta; la fachada ornamentada se vuelve desnuda; el movimiento se tranquiliza en los moldes clásicos; la madera y la cantería son sustituidos por el hierro y el mármol”, afirma la Doctora Adelaida de Juan, en Introducción a Cuba. Las artes plásticas.
Es precisamente a este estilo al que se ajustó el nuevo teatro Esteban. El mismo era monumental y sencillo en su decoración. Era una edificación que tenía aires de modernidad en concordancia con los patrones neoclasicistas del siglo XIX cubano. Es por ello que Daneris Fernández lo considere sin dudas como “el más neoclásico de nuestros teatros y uno de los principales exponentes de este estilo en la arquitectura colonial cubana”.
Según el antiguo historiador de Sauto, Israel  Moliner “es un edificio bastante grande  y capaz, que no tiene otro igual ni parecido en la Isla. Es un verdadero ornato de Matanzas y un orgullo de todos los matanceros”.
Por su parte el historiador español Jacobo de la Pezuela expresó, en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba, que el nuevo coliseo era “…digno  de cualquier capital europea y entre todos los de los dominios españoles, el segundo en buen gusto, el tercero en riqueza arquitectónica y el cuarto en extensión”.
Pero a pesar de ello expresa que “la obra en su interior se presenta perfectamente proporcionada aunque no excede  a la del gran teatro de Tacón en buen gusto y simetría”. Aún el Tacón permanecía en  el primer lugar. Sin embargo, para el escritor Joaquín Weis “…el teatro Sauto seguía en categoría al de Tacón en La Habana, aventajándole en su fachada exterior”.
Es un edificio construido en un solo cuerpo homogéneo, consta de cuatro fachadas que gozan de una perfecta armonía y al no prescindir de una torre, tiene una gran altura que  lo distingue por su majestuosidad.
El actual historiador del Teatro Sauto hace una descripción precisa del antes Teatro Esteban. “El edificio del teatro Esteban ocupaba un área de más de 2000 metros cuadrados. Sus localidades se distribuían como sigue: 406 lunetas, 40 palcos para la venta con asientos cada uno y distribuidos en dos niveles, y 4 palcos grillés. La tertulia contaba con una capacidad para 500 personas sentadas en su graderío y 100 asientos delanteros, en la cazuela existían 4 palcos, 60 asientos delanteros había espacio  y sumada las gradas
Había espacio en ella para otros 500 espectadores. El ancho del escenario hasta sus paredes era de 26,60 metros, con 21,03 metros de fondo y la embocadura de escena cubría un área de 11,80 metros, mientras que su altura hasta la parrilla era de 12,72 metros”.
En su fachada principal de dos plantas presenta un amplio portal que permitía la entrada de los coches de caballo de la época, con un sistema de columnatas al estilo jónico formando arcos continuos. Se percibe un frontón triangular,  rectilíneo de óculo central, inspirado en los templos griegos. La entrada al teatro tiene tres puertas de cedro con medios puntos de hierro trabajados. Se  perciben en su portada un conjunto de portafaroles de hierro. Sus balcones exteriores individuales presentan barandas hechas con hierro.
El coliseo yumurino, realizado en forma de herradura, posee un techo plano, con pilastras jónicas adosadas. En sus vestíbulos exhibe dos estatuas de diosas griegas esculpidas en mármol y unos gigantescos espejos con adornos de la época. Algunos de sus  salones poseen piso de mármol.
En el interior, su cielo raso está pintado con escenas de ocho musas que se inspiran en la mitología griega, adornos de varillaje, floroncillos y cornisa jónica. Es curioso como contó en sus inicios con un sistema de iluminación a gas que le permitió regular la intensidad de la luz. En la platea, los asientos tienen armadura de hierro y se separan por medio de brazos hechos también en este metal. Los balcones de los palcos son trabajados en hierro con hermosos dibujos. Las escaleras para subir a los palcos son trabajadas en hierro y madera.
Es de destacar que  a pesar de que el hierro se utilizó en la confección del diseño del teatro, debido a que fue el material de moda del siglo XIX, el arquitecto Dall´Aglio empleó grandes proporciones de madera en su construcción que lo dotaron de una excelente acústica.
“Sirven como elementos acústicos de primer orden: tabiques, entresuelos, escaleras, galerías, pasillos sobre el arco del proscenio, molduras, étc. Sorprende como el arquitecto fue capaz de diseñar una sal de tales condiciones acústicas en una época en que comenzaba a realizarse los primeros estudios sobre este particular.
“La instalación es una joya arquitectónica, concebida como la caja armónica de un instrumento musical”, sentencia Daneris.
En las fachadas laterales se destaca la galería de los fumaderos, la cual presenta grandes rejas hechas con hierro que permiten la ventilación y la salida del humo del cigarro. Y la fachada posterior, se caracteriza por ser de orden dórico. La parte trasera del teatro está compuesta por un parque con un bello jardín y en él se exhiben cuatro fuentes, y frente a su entrada se encuentran cuatro diosas. Está también en el centro una estatua de Cristóbal Colón, considerada como la segunda en Cuba erigida a la memoria del Almirante, rodeada por cuatro lámparas de hierro.  Alrededor hay un sistema de bancos con espaldar en hierro y continuas a estos bancos se aprecian una especie de columnas que daban entrada al parque y se encuentran adornadas con unas copas encimas, peculiar del neoclasicismo.
De la inauguración
El día 6 de abril fue el escogido. Al fin los matanceros vieron concretar su sueño. Es de imaginar la connotación de este suceso, la algarabía en los rostros, el sonido de los coches a caballo, el colorido de los trajes de las señoras. En fin un buen motivo para celebrar después de tantos esfuerzos, como bien lo refleja Moliner.
“Dentro de pocas horas, uno de aquellos acontecimientos que consigan los pueblos con letras de oro en las páginas de su historia, hará palpitar de gozo en el corazón de cuantos se interesan por el progreso material e intelectual de esta población, que con tanta celebridad como acierto, marcha a ocupar el puesto que le corresponde como la primera entre las poblaciones de la Isla, que ha sabido sostener en todas las épocas el título de Ilustrada”.
Desde el día 6 en Matanzas se vivió de un modo diferente. Participar en esa noche de gala era un gran orgullo. Allí estarían las personalidades más distinguidas de aquellos años. Presenciar este acontecimiento debió haber sido único e impresionante
“A las nueve de la mañana de ese día y cumpliendo con la promesa de participar en la inauguración, arribó el Capitán General Domingo Dulce acompañado de un numeroso séquito….A las siete y media de la noche las calles aledañas al teatro mostraban un ajetreo inusitado. Los precios de  entrada para la inauguración quedaron fijados como sigue: un palco de platea, segundo y tercer grillé $8.50; una luneta, $1.00; un  asiento delantero de tertulia 20 centavos; entrada a palco y luneta, $1.00, entrad a tertulia 60 centavos. Abiertas ya las puertas, el público rebasaba las capacidades disponibles, buen número de asistentes permaneció de pie. Muchos habían llegado en los trenes provenientes de la Habana y Cárdenas. El Capitán General y parte de su comitiva estaban ya acomodados en el palco del Gobernador. El telón de boca fue elevado con rapidez y la iluminada escena dejó apreciar una decoración gótica”, argumenta Daneris Fernández.
El programa de inauguración fue variado. Se realizó una Marcha Real por la gran Banda del Regimiento de Nápoles y la Orquesta. Se cantó un himno de gloria a Matanzas. Se presentó el proverbio dramático de José Jacinto Milanés “A buen hambre no hay pan duro”, dirigida por Idelfonso Estrada y Zenea. También actuaron músicos de la talla de Alfonso Diez, Justo Diez y D. N. Zapata. Luego de las palabras finales de Sauto, el teatro Esteban quedó oficialmente inaugurado el 6 de abril de 1863 para beneplácito de la gran urbe matancera. Cabe señalar que Sauto contó con una especie de periodiquillo teatral, El Cartel, en el cual se promocionaban los anuncios de las funciones, los argumentos de las obras y adelantos de la programación.
De quienes han tocado sus tablas
Por el teatro Esteban, ahora Sauto han transitado infinidad de artistas y personalidades insignes de las artes que se han dado cita en este emblemático edificio de la cultura matancera durante casi un siglo y medio.
“Al entrar en el vestíbulo del teatro, a la derecha, existe hoy un saloncito profusamente iluminado, desde cuyas paredes miran de soslayo, posan altaneros o perpetúan un ademán cómplice…Conocido como el Salón de la Fama, este espacio es el recinto oficial donde rutilan las joyas que durante años han labrado la corona que desde hace más de un siglo ciñe el teatro”.
En este coliseo de la provincia de Matanzas se ofrecieron diversas manifestaciones del arte. El teatro, la magia, el circo, “conciertos instrumentales, colecciones de asombros, panoramas, figuras de cera, asaltos de esgrima, banquetes y exaltados mítines políticos se entramaban con funciones líricas y dramáticas, convirtiendo a la programación del teatro en un bouquet en el que podían satisfacerse los más variados gustos”, reafirma Daneris.
Por su parte el arte dramático estuvo siempre presente con fuerza desde su inauguración hasta 1899.
La música en el siglo XIX fue un elemento inseparable de la escena, en la mayoría de las presentaciones esta se encontraba presente. Innumerables fueron los músicos que honraron al teatro Sauto con su melodía. Sin embargo, si bien las actuaciones líricas fueron numerosas, en cuanto a la danza, específicamente el ballet fueron escasas las funciones. Es por ello que se habla más de bailes españoles, polcas, minués, contradanzas y danzas, hasta llegar al danzón.
Es imprescindible analizar los bailes públicos en la programación danzaria debido a la aceptación y el gusto profesado por muchos. “Era habitual que las diferentes modalidades danzarías tuvieran como escenario fundamental al gran salón sobre el pórtico, aunque también se desarrollaron en la platea. Convenientemente situado debajo de ella, el mecanismo diseñado por Dall´Aglio permitía, mediante un sencillo sistema de engranaje, alzar el piso de la platea hasta colocarlo al nivel del escenario. Luego resultaba fácil destornillar las filas de butacas fijadas a listones de madera, así la sala quedaba totalmente despejada”, explica Daneris en Historia del Teatro Sauto.
En la actualidad el Teatro Sauto es una institución que ha seguido acogiendo a grandes de las artes, tanto nacionales como internacionales,  entre ellos  se encuentra la prima ballerina assoluta Alicia Alonso; Ernesto Lecuona; el dramaturgo y Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente; el bailarín español, Antonio Gades y el compositor, guitarrista y director de orquesta Leo Brouwer. Otros como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Frank Fernández, Rita Montaner, étc
También ha sido subsede del Festival Internacional de Ballet, del evento Mayo Teatral, del Festival Internacional de Teatro de Títeres; es sede del proyecto Danza Espiral y de un Concurso Nacional de Coreografía e Interpretación, único en el país, llamado Danzan-Dos auspiciado por esta compañía.
Del deterioro en el siglo XIX
Los años no pasan por gusto. Al igual que las personas se destruyen con el paso de estos, a los teatros les sucede lo mismo. El siglo XIX tuvo en si una pérdida, en ocasiones irremediables, por el marcado deterioro de ellos. “Pocos llegan airosos a las primeras décadas del XX…En el caso del coliseo yumurino la acción combinada de las filtraciones, las termitas y el abandono, lo cocaron al borde del colapso. Las filtraciones aprovechaban los más disímiles resquicios. En época de lluvia el agua se filtraba por la cubierta, se escurría por las grietas del pretil, era colectada en canales insuficientes, se precipitaban por bajantes pluviales agujereados de óxido y, empujada por ventoleras insidiosas, se colaba por las hendijas de la maltrecha carpintería exterior. Además de podrir cuanta tabla se mojara, la humedad llegó a amenazar seriamente las pinturas del techo”.
De manera general las condiciones eran pésimas. Muchas de las funciones eran imposibles ofrecerlas, algunas compañías se iban antes del plazo acordado y parte de los salones se dejaron de usar.
La termita fue una plaga voraz que se extendió por el teatro devastándolo sin remordimientos. En aquella época es apreciable el poco desarrollo y el desconocimiento de métodos para combatirla. “En 1888 se hablaba de que el coliseo se había convertido en un depósito de comején y que el día menos pensado se vendría abajo. Debido al mal aseo y a la indolencia reinante en su sala, durante buena parte del siglo XIX, a las termitas se le unían otros animalejos que, al parecer, habían decidido hacer del inmueble su dulce hogar. Cucarachas, ratones, polillas, murciélagos y hasta pulgas campeaban por su respecto, asiente su historiador Daneris”.
La primera gran reparación que se hizo fue la de sustituirle la cubierta original, hecha con planchas de hierro galvanizado, por tejas francesas. Esta renovación se realizó a solo cinco años de haberse fundado. Otras reparaciones de menor envergadura ejecutadas en el siglo XIX fueron: cambios de tablas podridas, arreglo de mobiliario, retoque de pintura, decoraciones,  sustitución de cañerías de gas y limpieza en general.
Aunque se conocían de todos estos problemas lo peor de la historia es que no se tenía dinero suficiente para la reparación que requería, poco se pudo hacer y el deterioro fue en aumento. A esto hay que agregarle las amenazas que constituyeron los fenómenos naturales, especialmente los ciclones. Los incendios fueron motivo de preocupación constante. Además debido a su cercanía con el puerto matancero estaba constantemente en peligro.
Pero a pesar de todo resulta gratificante conocer según el informe que tuvo que hacer el ingeniero Salvador Guastella que: “…la estructura se encuentra en buen estado de preservación, excelente, ofreciendo las garantías necesarias para una larga duración”.
Del ocaso del no tan nuevo teatro
El teatro Sauto considerado Monumento Nacional desde 1978 por el Consejo Nacional de Monumentos es un paradigma de la arquitectura neoclásica en Cuba. Aún mantiene su diseño interior original, con su mismo telón de madera que saliera por primera vez al público en 1863.
Durante el siglo XX se llevaron a cabo una serie de reparaciones que consideramos que son  importantes abordarlas. La dividiremos en dos etapas.
En la República
En 1907 se realizó una reparación, aunque el proyecto se venía pensando desde 1901. De la misma existe poca información. Pero a pesar de esto es considerada como la más importante llevada a cabo antes del triunfo de la Revolución. El historiador Daneris Fernández plantea que “se conoce por planos de la época que han llegado hasta nosotros que se trabajó bajo un proyecto denominado Construcción y Reparación del Teatro Sauto. Siguiendo sus directrices fue instalada la red hidráulica y sanitaria, para esta última fueron usados tubos de hierro fundido de ½, 4 y 6 pulgadas, de la marca San Andrés. En total fueron habilitados 13 servicios sanitarios, algunos de ellos con situados en instalaciones que alcanzan los 8 m de altura. Este nuevo sistema dejó sin uso las cuatro letrinas originales que durante 36 años colectaron los fecales del teatro”.
La otra reparación que se conoce es la de 1933. Los cambios efectuados fueron de menor envergadura y consistieron en el acondicionamiento de la sala para crear las condiciones necesarias para un cine. “Se cambia el ordenamiento de butacas perdiéndose el pasillo central y creándose tres secciones de butacas. Hasta el año 1959 el teatro funcionó como sala cinematográfica, aunque en él se seguían presentando elencos artísticos. Luego de esta intervención no se realiza ninguna otra de envergadura en el inmueble”, asevera el investigador Daneris Fernández.
En la Revolución
La primera reparación efectuada por el gobierno revolucionario fue en 1960 y se centró en los exteriores con el repello y pintura de los mismos. Al arribo del año 1966 el estado del teatro era paupérrimo. Ante esta situación algunos artistas e intelectuales destacados de la provincia reclamaron la ayuda a algunas instituciones del país para evitar la pérdida de tan valiosa joya arquitectónica. La reparación se extendió hasta 1969. Para ella se conformaron grupos de trabajo de diferentes disciplinas por la envergadura que conllevaba.
Al respecto el historiador actual explica que “aun cuando en años anteriores se habían acometido trabajos de reparación en otros Teatros cubanos del siglo XIX, la envergadura y complejidad de los trabajos en el Sauto, hicieron de esta una de las intervenciones más trascendentes que se acometieron en el área patrimonial en la década de los sesenta”.
La reparación capital consistió en corregir el desnivel del asiento de las armaduras del techo, sustituir las maderas dañadas, reforzar la cimentación de los muros de cantería, reconstruir con hormigón armado la falsa estructura de la fachada posterior,  cambiar el falso techo y el piso de tablas en las galerías de la sala. Además se le incorporó modernos sistemas de proyección escenográfica, acústico y luminotécnico, se  instalaron equipos de luces, se montó una nueva tramoya contrapesada que posibilitó una mejor manipulación de la telonería del escenario. Al centro de la bóveda de la sala se instaló una lámpara central de 64 bombillos acompañada por ocho pequeñas lámparas de cuatro bombillos cada una.
Otro de los arreglos acometidos se desarrolló en el techo abovedado de la sala y la embocadura del escenario para rescatar las decoraciones que estaban cubiertas por capas de pintura o en partes totalmente perdidas.
“A pesar de la magnitud de las obras, la calidad de los trabajos realizados y el breve tiempo en que se ejecutó la reparación, quizás lo más significativo de tan colosal empeño sean las acciones de restauración acometidas las que respetaron los valores patrimoniales del edificio y los elementos originales que conservaba el edificio”, según Daneris.
Posteriormente de esta gran reparación se realizaron otras reparaciones en la década del setenta y del ochenta.
“Lo avanzado del deterioro amenazaba con detener la programación artística del coliseo y ponía en riesgo la integridad misma del edificio. Las consabidas goteras, particularmente alarmantes en el fondo del escenario, coincidiendo con el área de la falsa fachada o pretil, las filtraciones producto del deterioro de los bajantes pluviales, los múltiples salideros en las viejas redes hidrosanitarias, el agravado deterioro de la carpintería exterior y un alto nivel de infestación por termitas dominaban el lamentable panorama”, tal y como se evidencia en el libro Historia del Teatro Sauto de Daneris Fernández.
Para el año 2000 esta era la descripción del teatro, por lo cual fue necesario realizar una nueva reparación que se lleva a cabo hasta estos momentos. Ha sido notable el poco avance de los trabajos constructivos que ya arriban a sus once años.
La época de esplendor de este teatro pasó. Ya sus tablas no se sienten sonar, ni su entrada se abarrota de gente minutos antes de comenzar la función, las campanas antes de apagar las luces y abrir al telón tampoco se escuchan. Todo es silencio. Desde hace mucho Matanzas dejó de ser La Atenas de Cuba. Ahora habrá que ver si también dejará de existir el teatro Sauto.
En el artículo Salvar al Teatro Sauto escrito, en el 2007, por el periodista matancero Hugo García Fernández, tal parece que se vuelve al estado de deterioro que lo afectó en el siglo XIX cuando lo describe: “Al entrar a la recepción del teatro Sauto un gran charco de agua era el dueño del piso, vestigios de la lluvia del día anterior filtrada por el techo. Vimos las paredes húmedas y a varias trabajadoras con sus bayetas en el trapeador secando todo aquello. Caminamos los rincones más oscuros de las entrañas de esta añeja armazón de madera. Cada paso sumaba una nueva preocupación: humedad por aquí, comején por allá... El coliseo aparenta desde afuera buena salud, y con hidalguía brinda funciones, pero el deterioro es visible”.
Este trabajo fue una crítica a la Empresa Constructora que se le encargó repararlo y sin hacer una buena reparación, declaraba la entrega oficial a su directora Cecilia Sodis. De  este modo se apreció en el trabajo periodístico la terminación del trabajo. “Las tejas no estaban colocadas firmemente, levantadas en solapas y bordes extremos; que se realizó de forma deficiente la colocación de los elementos de fijación, ya que la mayoría de estos no se encuentran en la línea de guía que está marcada en la teja, no todos tienen la arandela de neopreno para hacer una fijación estanca, y existen zonas donde se realizaron barrenos erróneamente y no están sellados, al tiempo que debieron ser colocados los tornillos con grapas de goma en todos los agujeros y lugares donde existan puntillas. En la zona de las canales de desagüe el borde de las tejas fue cortado de forma irregular de modo que no cubren suficientemente las canales, y para solucionar la impermeabilización en esta zona se colocó una manta asfáltica en la pared vertical de la canal, que se despegó de la misma en una longitud excesiva, provocando que se redujera la capacidad de la canal, lo que trae como consecuencia que las aguas que fluyen a través de las dos pendientes tengan una presión mayor que la debida y penetren por debajo de la teja y la manta. Tampoco se realizaron adecuadamente los encuentros de los pretiles con las canales pluviales y con las tejas metálicas”.
Ante esta situación se arremetió contra los albañiles para que realizaran un mejor trabajo, pero aunque volvieron a intentarlo la impermeabilización de la cubierta principal no se solucionó. Por otra parte esos bichos llamados comején o termitas siguen conviviendo en el teatro, el cual se encuentra según Hugo García: “seriamente dañado por la especie Nasutitermes rippertii, que afectó primero a los framboyanes de los alrededores, y que al encontrar condiciones óptimas se estableció en el sótano y en los primeros pisos de la edificación, atacando los falsos techos, madera de marcos y puertas, conductos de aire, marquetería, vigas y alfombras. Los nidos presentaban grandes dimensiones (50 centímetros de diámetro por cien centímetros de altura) y permanecieron ocultos en varios sitios de la edificación, donde se presume que la infestación se inició hace alrededor de tres años”.
Sin embargo, actualmente es visible una mejoría en el proceso constructivo. Algunas de las acciones más relevantes son: la sustitución del pretil de la fachada posterior por uno aligerado; la rehabilitación de la estatuaria, el sistema hidráulico y el desagüe de sus cuatro fuentes, así como el pavimento y los senderos conformados por losas berroqueñas en el parque, al fondo el Teatro.
“La principal dificultad que ha presentado la actual reparación tiene que ver con su dilatado desarrollo. Innumerables son los factores que han propiciado tal situación. Estos se relacionan esencialmente con las ineficiencias del proceso inversionista a nivel nacional”, concluye Daneris.
En el 2013 se encuentra cerrado, invadido por constructores que tratan de restaurarlo, que están lidiando con el apetito insaciable de las termitas, cambiando ventanas, arreglando el techo. Su restauración total y reapertura esperemos que se realice pronto, que no pasé por nuevos imprevistos y que de una vez y por todas acaben con las termitas y con las filtraciones que desde el siglo XIX lo han herido repetidas veces. Mientras tanto solo nos queda esperar que el gran teatro Sauto cure sus heridas.

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