Añoranza de una Feria



Este año no pude recorrer las calles de  esa Habana que me prestaron durante cinco años. No pude correr tras ningún P, o perder el aire por la apretazón, o aguantar pisotones y empujones.  No pude ir al Morro ni a La Cabaña. No pude perder un día entero haciendo colas para entrar y salir de los pabellones, para mirar y hojear  libros que no podré comprar. No pude alcanzar la noche de conciertos, de cañonazos y algo más….
No pude hacerme  la caricatura que renuevo en cada edición y guardo en un rincón de mi closet. No pude sentarme en el muro a observar la bahía habanera y el paisaje agitado de una ciudad que nunca duerme.
No pude tener la compañía de mis grandes amigos Alicia y Ariel, no pude escuchar  sus cuentos, consejos y chistes (o pujos) que me hacían reír. No pude acostarme en la hierba a mirar el cielo o leer fragmentos de los ejemplares que el fondo de mi bolsillo me permitió obtener.
El sabor de  esta Feria no me supo igual. Pasó casi inadvertida y no se despidió de mí. No me dejó una hilera de libros para leer. Solo me dejó la esperanza de poder ir el año que viene para realizar todos los NO PUDE de esta XXII Feria del Libro.

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