“Fumar un puro cubano debe ser un placer”




Desde que el torcedor de tabacos José Castelar Cairo se coronó por primera vez como recordista Guinness por confeccionar el tabaco más grande del mundo, aún se mantiene firme en su trono. Y aseguró que el próximo lo realizará desde uno de los pasillos del  Centro de Convenciones Plaza América hasta las arenas de la playa más hermosa de Cuba: Varadero.
A Cueto, como lo conocen todos, lo encontré entre una gran masa de personas que observaba cómo conformaba un autentico puro cubano. 
Con sus manos, hacedoras de un producto de calidad suprema, y con su tabla de madera, casquillo, chaveta, guillotina y goma vegetal, prensa y moldes, demostraba la destreza  en el oficio.

Me acerqué y ante el bullicio, la multitud, el colorido y el ajetreo de la Feria Internacional de Turismo (FITCuba, 2013) le pedí intercambiar algunas palabras. Aceptó sin dudar, y demostró ser un buen conversador. No en vano lo condecoraron con la condición de Hombre Habano, en la categoría de Mejor Comunicador.
Retrospectivamente, rememora cuando se inició como tabaquero, con apenas 13 años en una unidad de Rancho Veloz, ubicado en Villa Clara, edad a la que ya dominaba el oficio perfectamente. “Aquella fábrica quedaba cerca de mi casa y desde que llegaba de la escuela, como el dueño se llevaba bien con mis padres, me pasaba allí el día entero. Por mi propio interés me fueron enseñando, y desde ese entonces le he dedicado casi toda mi vida”, afirmó Castelar.
“Yo admiro mucho a José Martí, porque nos enseñó a los obreros del sector a ser más cultos. La lectura en las tabaquerías se la debemos en gran parte a él”, comentó Cueto.
Con 69 años de edad, de ellos más de 50 dedicados a la elaboración artesanal del tabaco, el afamado artesano ha conquistado cinco records Guinness: el primero con una pieza de 11,04 metros (m) de longitud (2001); el segundo, con un habano de 14,86 m (2003); el tercero de 20,41 m (2005), el cuarto de 45,38 m (2008), y el quinto, pero no el último, con un gigante de 81,80 m en el 2011.
Su primer record lo realizó con la materia prima de su amigo personal Alejandro Robaina, destacado veguero pinareño. “A Robaina lo conocí en su vega; él fumaba muchísimo y me visitaba en la tienda La Triada, en el complejo Morro-Cabaña, donde actualmente trabajo. Él y yo siempre hemos estado juntos, es mi amigo de todos los años. Cuando le comenté que quería hacer un tabaco muy grande, me dijo que quería que fuese con sus hojas, y así lo hice”.
El cinco veces recordista Guiness ya no fuma, pero asegura que fumar un puro cubano debe ser un placer. “El tabaquero, cuando trabaja, en lo primero que tiene que pensar es en el fumador para que le quede bien elaborado. Debe tener buen tiro, buenas condiciones y presencia”, expresó Cueto.
Cautelar, amante del color carmelita, gusta de su oficio y es muy selectivo con las hojas que utiliza, aunque asevera que un “tabaquero tiene que saber trabajar con la materia prima que le den, con todo tipo de hojas, ya sean buenas o malas”.
Y a pesar de que no ha tenido mucha vinculación con el área agrícola, con olfato y precisión identifica cada hoja, cada capa del habano. “Eso debe saberlo diferenciar el tabaquero, porque a partir de las hojas ligeras haces todas las marcas, fuertes, menos fuerte y suave”.
Su especialidad son los tabacos figurados, de complexión irregular y puntiaguda en los extremos, tales como el Diadema, el Salomón y el Presidente. Estos puros cubanos han sido fumados por disímiles personalidades. Sin embargo, Castelar confiesa que le hubiese gustado que el Che probara uno de ellos.
 “Puedo hacer un tabaco con miles de personas delante. En esos casos me esmero y  lo hago con limpieza, siguiendo  los pasos para que se den cuenta de cómo se elabora”, precisó Castelar, a quien le encantaría que algún día un puro lleve su nombre.
Ante la interrogante de cuál será la medida de su nuevo record, sonríe y contesta: “Eso no se dice: tan solo hay que esperar pacientemente”.

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