Esta
ciudad entraba en su máximo esplendor durante estos años. Acababa de
ser nombrada “La Atenas de Cuba” por el prestigioso nivel cultural en
que se encontraba, su población se había duplicado y el desarrollo
azucarero era notable.
La
construcción de la nueva edificación cultural fue un “asunto de honor”
para la sacarocracia yumurina que requería de una sala teatral “digna de
su linaje”.
En este período hay que resaltar que existen influencias, ya no solo de España, sino de otros países europeos como Italia y Francia que se van a manifestar también en la arquitectura de la Isla. El teatro Tacón formó parte de estas experiencias constructivas y no es de extrañar entonces que la idea del coliseo matancero fuera igual al del modelo habanero por excelencia.
En este período hay que resaltar que existen influencias, ya no solo de España, sino de otros países europeos como Italia y Francia que se van a manifestar también en la arquitectura de la Isla. El teatro Tacón formó parte de estas experiencias constructivas y no es de extrañar entonces que la idea del coliseo matancero fuera igual al del modelo habanero por excelencia.
“Si
bien en las primeras décadas se manifestó con alguna fuerza la
influencia francesa en nuestra arquitectura teatral, lo que emparienta a
la mayoría de los coliseos decimonónicos en la Isla, es la tipología
italiana, caracterizada por una sala en forma de herradura y varios
niveles de localidades estrictamente jerarquizados. Asumirla impuso
patrones constructivos que se repetirán de un proyecto teatral a otro,
pero fue el Tacón quien aportó la primera nota de singularidad al
magnificar el estilo italiano en nuestro entorno”, destacó el actual
historiador Daneris Fernández, en su libro Historia del Teatro Sauto
(1863-1899).
Para
realizar el añorado edificio se realizaron juntas preparatorias bajo la
presencia del gobernador Esteban. En ella se acordó crear una Sociedad
Anónima por acciones de 100 pesos, hasta reunir el capital suficiente
para el logro de la construcción. Para ello se nombraron comisiones para
supervisar y auxiliar la obra. El abogado Santiago de La Huerta y el
comerciante Agustín Kobbe fueron los que más sobresalieron en la
encomienda.
El
lugar seleccionado para hacerlo fue la Plaza de la Vigía o de Colón. Su
arquitecto y director fue el ingeniero italiano Dall´Aglio. El nombre
escogido fue Esteban en honor al Gobernador Don Pedro Esteban y Arranz,
quien en aquel entonces promovió con entusiasmo el levantamiento del
teatro. Años después en 1899 se le cambia el nombre por el de Sauto en
conmemoración de Ambrosio de la Concepción Sauto y Noda, gran promotor
cultural y defensor de este teatro.
Luego
de alcanzado el presupuesto inicial se comenzó a medir el terreno
“dándole una extensión al edificio de 72 varas y se pusieron 4 estacas
en los 4 ángulos con una banderola de colores nacionales, y un letrero
en el centro que decía: Teatro Esteban”, reseñó Israel Moliner en su
libro Sauto. Historia de un teatro. Para poder construir
este teatro se tuvieron que hacer varios bazares que junto a la Sociedad
hicieron posible reunir la cantidad suficiente para concluir la obra
que duró tres años desde la puesta de la primera piedra.
Del esplendor del nuevo teatro
En su artículo La arquitectura cubana del siglo XIX
el escritor Joaquín Weis comenta que “a principios del siglo XIX se
implanta en Cuba un nuevo estilo de modo integral, con plena conciencia
de su novedad, el cual venía a plasmar el ideal de renovación y
modernidad que agitaba a los hombres de la época.”
A
este nuevo estilo que sustituyó al barroco se le conoce como
neoclasicismo y en él: “la línea curva se hace recta; la fachada
ornamentada se vuelve desnuda; el movimiento se tranquiliza en los
moldes clásicos; la madera y la cantería son sustituidos por el hierro y
el mármol”, afirma la Doctora Adelaida de Juan, en Introducción a Cuba. Las artes plásticas.
Es
precisamente a este estilo al que se ajustó el nuevo teatro Esteban. El
mismo era monumental y sencillo en su decoración. Era una edificación
que tenía aires de modernidad en concordancia con los patrones
neoclasicistas del siglo XIX cubano. Es por ello que Daneris Fernández
lo considere sin dudas como “el más neoclásico de nuestros teatros y uno
de los principales exponentes de este estilo en la arquitectura
colonial cubana”.
Según
el antiguo historiador de Sauto, Israel Moliner “es un edificio
bastante grande y capaz, que no tiene otro igual ni parecido en la
Isla. Es un verdadero ornato de Matanzas y un orgullo de todos los
matanceros”.
Por su parte el historiador español Jacobo de la Pezuela expresó, en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba,
que el nuevo coliseo era “…digno de cualquier capital europea y entre
todos los de los dominios españoles, el segundo en buen gusto, el
tercero en riqueza arquitectónica y el cuarto en extensión”.
Pero
a pesar de ello expresa que “la obra en su interior se presenta
perfectamente proporcionada aunque no excede a la del gran teatro de
Tacón en buen gusto y simetría”. Aún el Tacón permanecía en el primer
lugar. Sin embargo, para el escritor Joaquín Weis “…el teatro Sauto
seguía en categoría al de Tacón en La Habana, aventajándole en su
fachada exterior”.
Es
un edificio construido en un solo cuerpo homogéneo, consta de cuatro
fachadas que gozan de una perfecta armonía y al no prescindir de una
torre, tiene una gran altura que lo distingue por su majestuosidad.
El
actual historiador del Teatro Sauto hace una descripción precisa del
antes Teatro Esteban. “El edificio del teatro Esteban ocupaba un área de
más de 2000 metros cuadrados. Sus localidades se distribuían como
sigue: 406 lunetas, 40 palcos para la venta con asientos cada uno y
distribuidos en dos niveles, y 4 palcos grillés. La tertulia contaba con
una capacidad para 500 personas sentadas en su graderío y 100 asientos
delanteros, en la cazuela existían 4 palcos, 60 asientos delanteros
había espacio y sumada las gradas
Había
espacio en ella para otros 500 espectadores. El ancho del escenario
hasta sus paredes era de 26,60 metros, con 21,03 metros de fondo y la
embocadura de escena cubría un área de 11,80 metros, mientras que su
altura hasta la parrilla era de 12,72 metros”.
En
su fachada principal de dos plantas presenta un amplio portal que
permitía la entrada de los coches de caballo de la época, con un sistema
de columnatas al estilo jónico formando arcos continuos. Se percibe un
frontón triangular, rectilíneo de óculo central, inspirado en los
templos griegos. La entrada al teatro tiene tres puertas de cedro con
medios puntos de hierro trabajados. Se perciben en su portada un
conjunto de portafaroles de hierro. Sus balcones exteriores individuales
presentan barandas hechas con hierro.
El
coliseo yumurino, realizado en forma de herradura, posee un techo
plano, con pilastras jónicas adosadas. En sus vestíbulos exhibe dos
estatuas de diosas griegas esculpidas en mármol y unos gigantescos
espejos con adornos de la época. Algunos de sus salones poseen piso de
mármol.
En
el interior, su cielo raso está pintado con escenas de ocho musas que
se inspiran en la mitología griega, adornos de varillaje, floroncillos y
cornisa jónica. Es curioso como contó en sus inicios con un sistema de
iluminación a gas que le permitió regular la intensidad de la luz. En la
platea, los asientos tienen armadura de hierro y se separan por medio
de brazos hechos también en este metal. Los balcones de los palcos son
trabajados en hierro con hermosos dibujos. Las escaleras para subir a
los palcos son trabajadas en hierro y madera.
Es
de destacar que a pesar de que el hierro se utilizó en la confección
del diseño del teatro, debido a que fue el material de moda del siglo
XIX, el arquitecto Dall´Aglio empleó grandes proporciones de madera en
su construcción que lo dotaron de una excelente acústica.
“Sirven
como elementos acústicos de primer orden: tabiques, entresuelos,
escaleras, galerías, pasillos sobre el arco del proscenio, molduras,
étc. Sorprende como el arquitecto fue capaz de diseñar una sal de tales
condiciones acústicas en una época en que comenzaba a realizarse los
primeros estudios sobre este particular.
“La instalación es una joya arquitectónica, concebida como la caja armónica de un instrumento musical”, sentencia Daneris.
En
las fachadas laterales se destaca la galería de los fumaderos, la cual
presenta grandes rejas hechas con hierro que permiten la ventilación y
la salida del humo del cigarro. Y la fachada posterior, se caracteriza
por ser de orden dórico. La parte trasera del teatro está compuesta por
un parque con un bello jardín y en él se exhiben cuatro fuentes, y
frente a su entrada se encuentran cuatro diosas. Está también en el
centro una estatua de Cristóbal Colón, considerada como la segunda en
Cuba erigida a la memoria del Almirante, rodeada por cuatro lámparas de
hierro. Alrededor hay un sistema de bancos con espaldar en hierro y
continuas a estos bancos se aprecian una especie de columnas que daban
entrada al parque y se encuentran adornadas con unas copas encimas,
peculiar del neoclasicismo.
De la inauguración
El
día 6 de abril fue el escogido. Al fin los matanceros vieron concretar
su sueño. Es de imaginar la connotación de este suceso, la algarabía en
los rostros, el sonido de los coches a caballo, el colorido de los
trajes de las señoras. En fin un buen motivo para celebrar después de
tantos esfuerzos, como bien lo refleja Moliner.
“Dentro
de pocas horas, uno de aquellos acontecimientos que consigan los
pueblos con letras de oro en las páginas de su historia, hará palpitar
de gozo en el corazón de cuantos se interesan por el progreso material e
intelectual de esta población, que con tanta celebridad como acierto,
marcha a ocupar el puesto que le corresponde como la primera entre las
poblaciones de la Isla, que ha sabido sostener en todas las épocas el
título de Ilustrada”.
Desde
el día 6 en Matanzas se vivió de un modo diferente. Participar en esa
noche de gala era un gran orgullo. Allí estarían las personalidades más
distinguidas de aquellos años. Presenciar este acontecimiento debió
haber sido único e impresionante
“A
las nueve de la mañana de ese día y cumpliendo con la promesa de
participar en la inauguración, arribó el Capitán General Domingo Dulce
acompañado de un numeroso séquito….A las siete y media de la noche las
calles aledañas al teatro mostraban un ajetreo inusitado. Los precios
de entrada para la inauguración quedaron fijados como sigue: un palco
de platea, segundo y tercer grillé $8.50; una luneta, $1.00; un asiento
delantero de tertulia 20 centavos; entrada a palco y luneta, $1.00,
entrad a tertulia 60 centavos. Abiertas ya las puertas, el público
rebasaba las capacidades disponibles, buen número de asistentes
permaneció de pie. Muchos habían llegado en los trenes provenientes de
la Habana y Cárdenas. El Capitán General y parte de su comitiva estaban
ya acomodados en el palco del Gobernador. El telón de boca fue elevado
con rapidez y la iluminada escena dejó apreciar una decoración gótica”,
argumenta Daneris Fernández.
El
programa de inauguración fue variado. Se realizó una Marcha Real por la
gran Banda del Regimiento de Nápoles y la Orquesta. Se cantó un himno
de gloria a Matanzas. Se presentó el proverbio dramático de José Jacinto
Milanés “A buen hambre no hay pan duro”, dirigida por Idelfonso Estrada
y Zenea. También actuaron músicos de la talla de Alfonso Diez, Justo
Diez y D. N. Zapata. Luego de las palabras finales de Sauto, el teatro
Esteban quedó oficialmente inaugurado el 6 de abril de 1863 para
beneplácito de la gran urbe matancera. Cabe señalar que Sauto contó con
una especie de periodiquillo teatral, El Cartel, en el cual se
promocionaban los anuncios de las funciones, los argumentos de las obras
y adelantos de la programación.
De quienes han tocado sus tablas
Por
el teatro Esteban, ahora Sauto han transitado infinidad de artistas y
personalidades insignes de las artes que se han dado cita en este
emblemático edificio de la cultura matancera durante casi un siglo y
medio.
“Al
entrar en el vestíbulo del teatro, a la derecha, existe hoy un
saloncito profusamente iluminado, desde cuyas paredes miran de soslayo,
posan altaneros o perpetúan un ademán cómplice…Conocido como el Salón de
la Fama, este espacio es el recinto oficial donde rutilan las joyas que
durante años han labrado la corona que desde hace más de un siglo ciñe
el teatro”.
En
este coliseo de la provincia de Matanzas se ofrecieron diversas
manifestaciones del arte. El teatro, la magia, el circo, “conciertos
instrumentales, colecciones de asombros, panoramas, figuras de cera,
asaltos de esgrima, banquetes y exaltados mítines políticos se
entramaban con funciones líricas y dramáticas, convirtiendo a la
programación del teatro en un bouquet en el que podían satisfacerse los
más variados gustos”, reafirma Daneris.
Por su parte el arte dramático estuvo siempre presente con fuerza desde su inauguración hasta 1899.
La
música en el siglo XIX fue un elemento inseparable de la escena, en la
mayoría de las presentaciones esta se encontraba presente. Innumerables
fueron los músicos que honraron al teatro Sauto con su melodía. Sin
embargo, si bien las actuaciones líricas fueron numerosas, en cuanto a
la danza, específicamente el ballet fueron escasas las funciones. Es por
ello que se habla más de bailes españoles, polcas, minués, contradanzas
y danzas, hasta llegar al danzón.
Es
imprescindible analizar los bailes públicos en la programación danzaria
debido a la aceptación y el gusto profesado por muchos. “Era habitual
que las diferentes modalidades danzarías tuvieran como escenario
fundamental al gran salón sobre el pórtico, aunque también se
desarrollaron en la platea. Convenientemente situado debajo de ella, el
mecanismo diseñado por Dall´Aglio permitía, mediante un sencillo sistema
de engranaje, alzar el piso de la platea hasta colocarlo al nivel del
escenario. Luego resultaba fácil destornillar las filas de butacas
fijadas a listones de madera, así la sala quedaba totalmente despejada”,
explica Daneris en Historia del Teatro Sauto.
En
la actualidad el Teatro Sauto es una institución que ha seguido
acogiendo a grandes de las artes, tanto nacionales como
internacionales, entre ellos se encuentra la prima ballerina assoluta
Alicia Alonso; Ernesto Lecuona; el dramaturgo y Premio Nobel de
Literatura Jacinto Benavente; el bailarín español, Antonio Gades y el
compositor, guitarrista y director de orquesta Leo Brouwer. Otros como
Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Frank Fernández, Rita Montaner, étc
También
ha sido subsede del Festival Internacional de Ballet, del evento Mayo
Teatral, del Festival Internacional de Teatro de Títeres; es sede del
proyecto Danza Espiral y de un Concurso Nacional de Coreografía e
Interpretación, único en el país, llamado Danzan-Dos auspiciado por esta
compañía.
Del deterioro en el siglo XIX
Los
años no pasan por gusto. Al igual que las personas se destruyen con el
paso de estos, a los teatros les sucede lo mismo. El siglo XIX tuvo en
si una pérdida, en ocasiones irremediables, por el marcado deterioro de
ellos. “Pocos llegan airosos a las primeras décadas del XX…En el caso
del coliseo yumurino la acción combinada de las filtraciones, las
termitas y el abandono, lo cocaron al borde del colapso. Las
filtraciones aprovechaban los más disímiles resquicios. En época de
lluvia el agua se filtraba por la cubierta, se escurría por las grietas
del pretil, era colectada en canales insuficientes, se precipitaban por
bajantes pluviales agujereados de óxido y, empujada por ventoleras
insidiosas, se colaba por las hendijas de la maltrecha carpintería
exterior. Además de podrir cuanta tabla se mojara, la humedad llegó a
amenazar seriamente las pinturas del techo”.
De
manera general las condiciones eran pésimas. Muchas de las funciones
eran imposibles ofrecerlas, algunas compañías se iban antes del plazo
acordado y parte de los salones se dejaron de usar.
La
termita fue una plaga voraz que se extendió por el teatro devastándolo
sin remordimientos. En aquella época es apreciable el poco desarrollo y
el desconocimiento de métodos para combatirla. “En 1888 se hablaba de
que el coliseo se había convertido en un depósito de comején y que el
día menos pensado se vendría abajo. Debido al mal aseo y a la indolencia
reinante en su sala, durante buena parte del siglo XIX, a las termitas
se le unían otros animalejos que, al parecer, habían decidido hacer del
inmueble su dulce hogar. Cucarachas, ratones, polillas, murciélagos y
hasta pulgas campeaban por su respecto, asiente su historiador Daneris”.
La
primera gran reparación que se hizo fue la de sustituirle la cubierta
original, hecha con planchas de hierro galvanizado, por tejas francesas.
Esta renovación se realizó a solo cinco años de haberse fundado. Otras
reparaciones de menor envergadura ejecutadas en el siglo XIX fueron:
cambios de tablas podridas, arreglo de mobiliario, retoque de pintura,
decoraciones, sustitución de cañerías de gas y limpieza en general.
Aunque
se conocían de todos estos problemas lo peor de la historia es que no
se tenía dinero suficiente para la reparación que requería, poco se pudo
hacer y el deterioro fue en aumento. A esto hay que agregarle las
amenazas que constituyeron los fenómenos naturales, especialmente los
ciclones. Los incendios fueron motivo de preocupación constante. Además
debido a su cercanía con el puerto matancero estaba constantemente en
peligro.
Pero
a pesar de todo resulta gratificante conocer según el informe que tuvo
que hacer el ingeniero Salvador Guastella que: “…la estructura se
encuentra en buen estado de preservación, excelente, ofreciendo las
garantías necesarias para una larga duración”.
Del ocaso del no tan nuevo teatro
El
teatro Sauto considerado Monumento Nacional desde 1978 por el Consejo
Nacional de Monumentos es un paradigma de la arquitectura neoclásica en
Cuba. Aún mantiene su diseño interior original, con su mismo telón de
madera que saliera por primera vez al público en 1863.
Durante
el siglo XX se llevaron a cabo una serie de reparaciones que
consideramos que son importantes abordarlas. La dividiremos en dos
etapas.
En la República
En
1907 se realizó una reparación, aunque el proyecto se venía pensando
desde 1901. De la misma existe poca información. Pero a pesar de esto es
considerada como la más importante llevada a cabo antes del triunfo de
la Revolución. El historiador Daneris Fernández plantea que “se conoce
por planos de la época que han llegado hasta nosotros que se trabajó
bajo un proyecto denominado Construcción y Reparación del Teatro Sauto.
Siguiendo sus directrices fue instalada la red hidráulica y sanitaria,
para esta última fueron usados tubos de hierro fundido de ½, 4 y 6
pulgadas, de la marca San Andrés. En total fueron habilitados 13
servicios sanitarios, algunos de ellos con situados en instalaciones que
alcanzan los 8 m de altura. Este nuevo sistema dejó sin uso las cuatro
letrinas originales que durante 36 años colectaron los fecales del
teatro”.
La
otra reparación que se conoce es la de 1933. Los cambios efectuados
fueron de menor envergadura y consistieron en el acondicionamiento de la
sala para crear las condiciones necesarias para un cine. “Se cambia el
ordenamiento de butacas perdiéndose el pasillo central y creándose tres
secciones de butacas. Hasta el año 1959 el teatro funcionó como sala
cinematográfica, aunque en él se seguían presentando elencos artísticos.
Luego de esta intervención no se realiza ninguna otra de envergadura en
el inmueble”, asevera el investigador Daneris Fernández.
En la Revolución
La
primera reparación efectuada por el gobierno revolucionario fue en 1960
y se centró en los exteriores con el repello y pintura de los mismos.
Al arribo del año 1966 el estado del teatro era paupérrimo. Ante esta
situación algunos artistas e intelectuales destacados de la provincia
reclamaron la ayuda a algunas instituciones del país para evitar la
pérdida de tan valiosa joya arquitectónica. La reparación se extendió
hasta 1969. Para ella se conformaron grupos de trabajo de diferentes
disciplinas por la envergadura que conllevaba.
Al
respecto el historiador actual explica que “aun cuando en años
anteriores se habían acometido trabajos de reparación en otros Teatros
cubanos del siglo XIX, la envergadura y complejidad de los trabajos en
el Sauto, hicieron de esta una de las intervenciones más trascendentes
que se acometieron en el área patrimonial en la década de los sesenta”.
La
reparación capital consistió en corregir el desnivel del asiento de las
armaduras del techo, sustituir las maderas dañadas, reforzar la
cimentación de los muros de cantería, reconstruir con hormigón armado la
falsa estructura de la fachada posterior, cambiar el falso techo y el
piso de tablas en las galerías de la sala. Además se le incorporó
modernos sistemas de proyección escenográfica, acústico y luminotécnico,
se instalaron equipos de luces, se montó una nueva tramoya
contrapesada que posibilitó una mejor manipulación de la telonería del
escenario. Al centro de la bóveda de la sala se instaló una lámpara
central de 64 bombillos acompañada por ocho pequeñas lámparas de cuatro
bombillos cada una.
Otro
de los arreglos acometidos se desarrolló en el techo abovedado de la
sala y la embocadura del escenario para rescatar las decoraciones que
estaban cubiertas por capas de pintura o en partes totalmente perdidas.
“A
pesar de la magnitud de las obras, la calidad de los trabajos
realizados y el breve tiempo en que se ejecutó la reparación, quizás lo
más significativo de tan colosal empeño sean las acciones de
restauración acometidas las que respetaron los valores patrimoniales del
edificio y los elementos originales que conservaba el edificio”, según
Daneris.
Posteriormente de esta gran reparación se realizaron otras reparaciones en la década del setenta y del ochenta.
“Lo
avanzado del deterioro amenazaba con detener la programación artística
del coliseo y ponía en riesgo la integridad misma del edificio. Las
consabidas goteras, particularmente alarmantes en el fondo del
escenario, coincidiendo con el área de la falsa fachada o pretil, las
filtraciones producto del deterioro de los bajantes pluviales, los
múltiples salideros en las viejas redes hidrosanitarias, el agravado
deterioro de la carpintería exterior y un alto nivel de infestación por
termitas dominaban el lamentable panorama”, tal y como se evidencia en
el libro Historia del Teatro Sauto de Daneris Fernández.
Para
el año 2000 esta era la descripción del teatro, por lo cual fue
necesario realizar una nueva reparación que se lleva a cabo hasta estos
momentos. Ha sido notable el poco avance de los trabajos constructivos
que ya arriban a sus once años.
La
época de esplendor de este teatro pasó. Ya sus tablas no se sienten
sonar, ni su entrada se abarrota de gente minutos antes de comenzar la
función, las campanas antes de apagar las luces y abrir al telón tampoco
se escuchan. Todo es silencio. Desde hace mucho Matanzas dejó de ser La
Atenas de Cuba. Ahora habrá que ver si también dejará de existir el
teatro Sauto.
En el artículo Salvar al Teatro Sauto
escrito, en el 2007, por el periodista matancero Hugo García Fernández,
tal parece que se vuelve al estado de deterioro que lo afectó en el
siglo XIX cuando lo describe: “Al entrar a la recepción del teatro Sauto
un gran charco de agua era el dueño del piso, vestigios de la lluvia
del día anterior filtrada por el techo. Vimos las paredes húmedas y a
varias trabajadoras con sus bayetas en el trapeador secando todo
aquello. Caminamos los rincones más oscuros de las entrañas de esta
añeja armazón de madera. Cada paso sumaba una nueva preocupación:
humedad por aquí, comején por allá... El coliseo aparenta desde afuera
buena salud, y con hidalguía brinda funciones, pero el deterioro es
visible”.
Este
trabajo fue una crítica a la Empresa Constructora que se le encargó
repararlo y sin hacer una buena reparación, declaraba la entrega oficial
a su directora Cecilia Sodis. De este modo se apreció en el trabajo
periodístico la terminación del trabajo. “Las tejas no estaban colocadas
firmemente, levantadas en solapas y bordes extremos; que se realizó de
forma deficiente la colocación de los elementos de fijación, ya que la
mayoría de estos no se encuentran en la línea de guía que está marcada
en la teja, no todos tienen la arandela de neopreno para hacer una
fijación estanca, y existen zonas donde se realizaron barrenos
erróneamente y no están sellados, al tiempo que debieron ser colocados
los tornillos con grapas de goma en todos los agujeros y lugares donde
existan puntillas. En la zona de las canales de desagüe el borde de las
tejas fue cortado de forma irregular de modo que no cubren
suficientemente las canales, y para solucionar la impermeabilización en
esta zona se colocó una manta asfáltica en la pared vertical de la
canal, que se despegó de la misma en una longitud excesiva, provocando
que se redujera la capacidad de la canal, lo que trae como consecuencia
que las aguas que fluyen a través de las dos pendientes tengan una
presión mayor que la debida y penetren por debajo de la teja y la manta.
Tampoco se realizaron adecuadamente los encuentros de los pretiles con
las canales pluviales y con las tejas metálicas”.
Ante
esta situación se arremetió contra los albañiles para que realizaran un
mejor trabajo, pero aunque volvieron a intentarlo la impermeabilización
de la cubierta principal no se solucionó. Por otra parte esos bichos
llamados comején o termitas siguen conviviendo en el teatro, el cual se
encuentra según Hugo García: “seriamente dañado por la especie
Nasutitermes rippertii, que afectó primero a los framboyanes de los
alrededores, y que al encontrar condiciones óptimas se estableció en el
sótano y en los primeros pisos de la edificación, atacando los falsos
techos, madera de marcos y puertas, conductos de aire, marquetería,
vigas y alfombras. Los nidos presentaban grandes dimensiones (50
centímetros de diámetro por cien centímetros de altura) y permanecieron
ocultos en varios sitios de la edificación, donde se presume que la
infestación se inició hace alrededor de tres años”.
Sin
embargo, actualmente es visible una mejoría en el proceso constructivo.
Algunas de las acciones más relevantes son: la sustitución del pretil
de la fachada posterior por uno aligerado; la rehabilitación de la
estatuaria, el sistema hidráulico y el desagüe de sus cuatro fuentes,
así como el pavimento y los senderos conformados por losas berroqueñas
en el parque, al fondo el Teatro.
“La
principal dificultad que ha presentado la actual reparación tiene que
ver con su dilatado desarrollo. Innumerables son los factores que han
propiciado tal situación. Estos se relacionan esencialmente con las
ineficiencias del proceso inversionista a nivel nacional”, concluye
Daneris.
En
el 2013 se encuentra cerrado, invadido por constructores que tratan de
restaurarlo, que están lidiando con el apetito insaciable de las
termitas, cambiando ventanas, arreglando el techo. Su restauración total
y reapertura esperemos que se realice pronto, que no pasé por nuevos
imprevistos y que de una vez y por todas acaben con las termitas y con
las filtraciones que desde el siglo XIX lo han herido repetidas veces.
Mientras tanto solo nos queda esperar que el gran teatro Sauto cure sus
heridas.
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